uando don Enrique de Guzmán, segundo conde de Olivares, envía a su hijo de catorce años Gaspar de Guzmán -futuro conde duque de Olivares y valido de Felipe IV- a estudiar derecho canónico a Salamanca, le redacta un pliego de instrucciones minuciosas, y que os extracto a continuación:
"Ante todo, insistía don Enrique, su hijo tenía que ser un buen cristiano, comulgando todas las fiestas de guardar y oyendo misa infaliblemente a diario. Cada noche tendría que hacer un escrupuloso examen de conciencia antes de acostarse y la décima parte de sus gastos mensuales había de dedicarla a limosnas (...). Tenía que asistir a las clases que se requerían para graduarse en ambos derechos, pero el primer curso también debía dedicar tiempo en casa al repaso del latín (...). Cuando fuera a la facultad, debía evitar distraerse y conversar con malos estudiantes y en el aula debía sentarse siempre en el mismo banco, acompañado de un paje y algún otro miembro de su servidumbre. Al regresar a casa (a las diez de la mañana en verano y a las once en invierno), podía jugar un poco a la argolla o a los bolos antes de comer. Después del almuerzo se le leería algo y estaba terminantemente prohibido jugar a los naipes. Por la tarde, había que asistir a más clases. Una vez terminadas, podía reunirse con sus profesores en el patio para conversar, siempre y cuando escuchara más de lo que hablara (...). A continuación volvería a casa y merendaría. De seis a nueve de la noche, tendría que repasar sus notas de clase y cada día aprenderse de memoria seis nuevos preceptos con sus glosas, pues lo fundamental era confiar a la memoria todos los principios del derecho canónico y del civil. Después de cenar, habría una discusión general de la jornada de clases antes de que todos se retirasen a descansar."
J. H. Elliott, El Conde-Duque de Olivares
Lo que me extraña mucho es que el joven Gasparcito le hiciera mucho caso a su padre una vez estuviera libre por Salamanca...